El ritmo de los negocios se acelera año a año. La mayor tecnología ha facilitado el camino, acercado las distancias, simplificando las comunicaciones. Pero en la cadena de la inversión y el desarrollo hay un eslabón perdido que paraliza y aumenta los riesgos:
¿Cómo resolver un posible conflicto de intereses?
Tradicionalmente hemos recurrido a nuestros Tribunales Judiciales en busca de su resolución, confiados en la imparcialidad de sus fallos. Pero paradójicamente hoy, un proceso judicial cualquiera sea, dura muchísimo más en llegar a término, aun cuando los plazos legales no hayan sido modificados.
Sin embargo el equilibrio debe ser restablecido. La Justicia puede ser acordada. Así es, las mismas partes involucradas antes o aún después del diferendo pueden elegir quien lo resolverá: el Árbitro.
El árbitro es una persona de reconocida seriedad y, conocimientos sólidos en su materia, un par entre los hombres de negocios, propuesto y aceptado por ellos. Es quien oirá a las partes en litigio, analizará las pruebas que le acerquen y fallará con imparcialidad y fundamentos. Los plazos, los tiempos, los fijan los mismos interesados y los aplica el árbitro, sin burocracias, ni problemas presupuestarios, ni atrasos por exceso de trabajo.